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martes, 8 de septiembre de 2009

Revisa aquí el artículo en prensa. Publicado en Diario Correo el 15 de Febrero de 2010.

Mis viejos reemplazaron hadas madrinas y locas come-niños por crónicas invasoras y de caos. Decidieron sustituir los cuentos de Las mil y una noches por relatos de sombras a la intemperie, gestionando alumbrado y alcantarillado. Quizás por eso me apasiono tanto en relatar cosas que nunca viví, nací en 1991, y sin embargo siento lo descrito párrafos abajo como propio, como íntimo.

Todo sucedió en menos de seis meses. Las pequeñas lluvias que se habían asomado por la incipiente ciudad durante noviembre y diciembre de 1982, decidieron expresar todo su poder en el verano de 1983. Ya para mayo y junio del mismo año, el panorama general de San Miguel de Piura era devastador: desagües, avenidas, malecones y puentes arrasados, familias en la calle, además de autoridades incompetentes, dejaron como resultado pérdidas ascendentes a los 750 millones de dólares. Pero dinero no fue todo lo que se fue, literalmente, al agua; también se perdió, una vez más, la oportunidad de ver florecida una ciudad por sus cuatro lados, la ocasión de poder equiparar infraestructuras y organizaciones a niveles trujillanos o chiclayanos. Se perdió, como sucedería de nuevo en 1998, el hilo de esa madeja que aún no podemos encontrar. Y es que El Niño no es sólo es un fenómeno, también es un pretexto, un pretexto para no reconocer nuestras carencias, nuestros defectos como urbe.

La pregunta del millón es porqué hablamos de Fenómeno del Niño cuando el título dice Armonía 10. Bien, resulta que en medio del desconcierto y la devastación, emergió del inundado arenal un movimiento musical muy interesante: 1983 es el año en que Armonía 10, aquel grupo nacido en los arenales circundantes al casco urbano de Piura, publica el primer disco de su historia. 45 revoluciones por minuto, estallaron las agujas de los tocadiscos norteños.

Pero, ¿en qué andaban los maestros por aquella época? Apenas un año antes, entre 1981 y 1982, se había reestructurado la morfología orquestal: salieron las hermanas Ducós, entró el tumbesino Percy Chapoñay, Makuko Gallardo regresó de Ecuador -para cantar al lado del castellano César Saavedra-, y el piano fue tomado preso por las inquietas manos de Walter Lozada Floriano. La dirección estaba a cargo de don Juan Lozada Naquiche y un inquieto "Telly" Pazos, de Rinconada Llícuar para el mundo, se incorporaba para colaborar activamente en la banda piurana.

Las canciones de aquel disco fueron: Un cigarrillo, una guitarra y una pena y Café con ron. Ambas, ampliamente conocidas -y tocadas- por orquestas ecuatorianas y del norte peruano. Los dos tracks, de origen caribeño, demuestran en todas sus notas, la gran influencia centroamericana en la música del norte peruano, desde el guapeo de las trompetas, pasando por la percusión salseada, hasta llegar al piano al estilo Pérez Prado de Walter Lozada. Todo esto, contrastando enormemente con la tragedia que le tocó vivir al norte con el fenómeno descrito párrafos arriba, que se ensañó mayúsculamente con los asentamientos marginales cimentados en las décadas del 70 y 80. San Martín, el barrio de la orquesta, estuvo en esa lista negra de pueblos jóvenes casi borrados del mapa.

Quizás los músicos y su director nunca imaginaron que aquel disco, grabado una madrugada de hace 27 años en INFOPESA, terminaría en las manos de un churre que escribe una columna de cumbia en Diario Correo, luego de haber pagado 50 soles por rescatarlo, una soleada mañana, de los molares de un perro en un pomposo parque limeño.

En unos meses, podremos contar con las versiones remasterizadas de todos estos temas, paciencia.

1 comentario:

  1. hola quisiera saber todos los nombres de las canciones de este primer lp gracias

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